Estado de situación de los Lustradores de Calzado en la vía pública.

Nota: El presente informe se basa en las experiencias recojidas por la Mutual de Lustradores de Calzado y Afines de la República Argentina, en el relevamiento de lustradores efectuado por la mutual en el año 2004, y en el estudio socio-antropológico "Los lustrabotas de Buenos Aires" de Juan José Llovet –estudio Cedes, Bs.As., 1980-. y d) normativa de la actividad.

Introducción
Los lustradores de calzado, por la naturaleza de trabajo por cuenta propia, con bajo nivel de calificación y uso de tecnología rudimentaria, forman parte de la economía informal, y dentro de esta al subgrupo de las actividades callejeras. Como veremos, en su mayoría son trabajadores expulsados del mercado laboral. (Llovet 1980 p.7/8)

Los lustradores de calzado acompañaron desde fines del siglo XIX, el crecimiento y la vida cotidiana de la ciudad de Buenos Aires, desde calles como Avda. de Mayo, Lavalle o Corrientes, siendo parte indiscutible de la formación de ese ethos que podemos denominar "porteño".

Grandes figuras como Julio Sosa, Francisco Canaro, Alfredo Bufano, Pepe Biondi, Martín Karadajián, Antonio Ríos, Ramón Villafañe o Palito Ortega, formaron parte de esta actividad.
A pesar de esto, no solo no fueron incorporados al paisaje urbano porteño y a nuestro patrimonio artístico y cultural, sino que a través del tiempo han sido considerados una casta de desvalorizados y despreciados recibiendo por parte del Estado un tratamiento como "ciudadanos de segunda clase".

La intención de este informe es explicar cual es la realidad hoy de los lustradores de calzado, acercarnos a esta realidad que nos es próxima, y lograr el compromiso de las autoridades ejecutivas y legislativas de nuestra querida Ciudad de Buenos Aires, para lograr el reconocimiento –aunque tardío- de esta actividad que debería ser incorporada a nuestro patrimonio artístico y cultural, reinvindicar sus derechos a través de la adecuación de la vetusta normativa vigente –sin mayores cambios desde 1954- y posibilitar así la mejora de sus condiciones laborales y por ende un cambio en su calidad de vida.

1.- Porque se es lustrador de calzados
La mayoría de los lustradores ejercen el oficio hace más de 10 años, habiendo ingresado al mercado en condiciones personales muy desfavorables, pudiendo detectarse dos grandes motivos:

1.Muchos se incorporaron por razones ligadas a la salud a) malformaciones congénitas b) incapacidad por accidentes laborales y c) enfermedades asociadas al envejecimiento (sorderas, artrosis, enfermedades cardiovasculares).

2. El segundo gran motivo es el desempleo, producto de las malas políticas económicas de las últimas décadas, y la imposibilidad de cambio hacia otras ocupaciones, por razones de edad o carencia de calificaciones laborales.
En la actualidad la mayoría vive de los magros ingresos diarios de la actividad, sin disponer de otras entradas o beneficios jubilatorios.

2.- Condiciones de Salud e Higiene laboral
El lustrador de calzados ejerce su oficio a la intemperie, debiendo soportar fríos intensos, lluvias, humedad y calores extremos durante todo el año, lo cual deteriora rapidamente su salud, facilitando la aparición de enfermedades neumonías, reumas y artrosis.
Como trabajo es insalubre, limpia -a la vista de todo el mundo-, la suciedad de un elemento personal, en el momento en que se lleva puesto, estando en contacto directo con gérmenes y bacterias por todo lo que el zapato ha pisado, las cuales luego quedan impregnados en cepillos y franelas.

3.- Ergonomía de Trabajo
Ergonómicamente este oficio es uno de los pocos que se ejerce bajo una condición de inferioridad. Su posición de trabajo lo obliga a estar sentado en una postura física servil, y con el rostro a la altura de los zapatos del cliente.(1)

Con el transcurso del tiempo esta misma posición –casi en cuclillas constante-, se convierte en factor de riesgo facilitando la aparición de lesiones en las piernas, problemas cervicales, discopatías, escoliosis, etc. provocándoles alteraciones de diferente gravedad en la motricidad.
En cuanto a su vestuario, tienen pocas posibilidades de lucir pulcros y aseados. El hecho de lustrar agachado facilita, a pesar de los cuidados del lustrador, las salpicaduras de pomadas y tintas sobre camisas y pantalones, terminando por lucir generalmente la ropa un aspecto sucio y gastado.

(1) Al respecto Llovet indica, 1980 p. 76, que "...el lustrador está sometido al riesgo de ser encarado y tratado de una manera asimétrica... expuesto a recibir un trato no igualitario... identificado como alguien que está "por debajo"..."

4.- Equipamiento de trabajo
El lustrador de calzados ejerce un oficio consistente en la prestación de un servicio donde su única fuente de ingreso son los clientes, dependiendo su supervivencia de la cantidad que pueda captar.

Sin embargo, hoy son casi inexistentes las herramientas con que cuenta para atraerlos.
Los cajones, herramienta principal y símbolo de todo lustrador, muestran el deterioro por el paso del tiempo encontrándose en muchos casos en estados deplorables, por imposibilidad de reposición o realización del mantenimiento necesario.

Las pomadas, tintas y franelas se han vuelto cada vez más escasos por falta de presupuesto, extendiéndose en el piso sobre papeles de diarios o trapos y en el mejor de los casos sobre cajas de cartón corrugado. La reposición de cepillos profesionales se ha vuelto un lujo, luciendo sus cerdas desdentadas.

Estas condiciones laborales –ropa vieja, equipamiento pobre y postura servil- se convierten en un círculo vicioso, dando un aspecto general muchas veces cercano a la pobreza, lo cual origina una barrera para la atracción de nuevos clientes y turistas, y por ende a la generación de mayores ingresos para mejorar su calidad de vida.

Socialmente, termina siendo un ser humano agobiado por su suerte, abandonado por las políticas públicas, y lejos de ser un oficio con oportunidades exitosas, muchas veces es vivido como un fracaso por la propia familia.

5.- Ciclo económico
En primer lugar el lustrador se encuentra con un mercado, con alarmante tendencia declinante a través del tiempo, por el cambio de hábitos de la población que se adaptó a la utilización de calzados deportivos, y el reemplazo paulatino del calzado de cuero por materiales como tela, goma, gamuza, etc..

En segundo lugar, los meses útiles del año resultan escasos, estando condicionados a factores externos: los meses frios y lluviosos casi se pierden (2), diciembre se ve opacado por las fiestas, y en enero y febrero el flujo de clientes es muy bajo por el receso de verano.
El máximo de actividad, y siempre dependiendo del buen tiempo, se puede dar en los meses de marzo-junio y setiembre-noviembre, donde el clima es más benévolo y la gente está de mejor humor y cuida su aspecto.

De cada mes, el lustrador debe descontar sábados y domingos –son pocas las paradas con público los fines de semana- y los días de mal tiempo, por lo cual le queda solamente un promedio de unos 15 días útiles para llevar el sustento a su casa.

(2) A modo de ejemplo durante el mes de noviembre/2004 los lustradores no trabajaron durante casi tres semanas, debido a lluvias o lloviznas ininterrumpidas.

6.- Importancia de la ubicación
En el contexto hasta aquí expuesto, la supervivencia del lustrador dependerá de el número de servicios diarios que pueda prestar, distribuidos en cierta cantidad de clientes fijos y algunos transeúntes ocasionales.

Por tal motivo, la parada o ubicación del lustrador, se convierte en un elemento esencial: debe tener un buen flujo peatonal y clientes con zapatos e inclinación a lustrarse.

En este sentido, por un lado los lustradores han tendido a concentrarse compitiendo unos con otros, sin buscar lugares alternativos, pero por el otro las autoridades han ido prohibiendo la instalación en zonas de actividad comercial como calle Florida, o nudos neurálgicos como el hall de las estaciones de ferrocarril.